miércoles, 3 de diciembre de 2014

Rincones del desierto más árido

Hoy quiero presentaros unos pocos lugares de la región de Atacama, donde me tocó ir a trabajar el mes pasado. Como todos sabéis el desierto de Atacama es el más árido del mundo, pero eso no impide que, en años como este, se dé el fenómeno del Niño y el desierto florezca por entero!

Por eso a continuación os dejo solo unos pocos ejemplos de la gran variedad de flora que hallé por esos lares, concretamente en las cercanías de Vallenar.









Además tuve la suerte de conocer Huasco, un pequeño pueblo costero con una importante y contaminante industria, pero con unas playas que vale la pena visitar.




Y eso no es todo ya que tuve la fortuna de conocer un sector del Parque Nacional Llanos de Challe, situado en la carretera costera entre Huasco y Bahía Inglesa (a los que me siguen les sonará ese enclave).


Sendero hacia la playa...

...Playa Blanca, uno de los bellos enclaves de Llanos de Challe.

Un servidor muy estresado en el trabajo (fotografía cortesía de Jimena Bustos)


Por último, y como no podía ser de otra forma, un par de avecillas que encontramos en el humedal de Carrizal Bajo, unos kilómetros al norte del Parque.

Lifer para mi, tagüita del norte

Cisne de cuello negro vocalizando


Hasta aquí la entrada de hoy. Espero que os guste y ya sabéis que en los comentarios podéis hacer pedidos especiales. Eso sí, como despedida me gustaría dejaros un pequeño regalo: un poema de Gabriela Mistral titulado "Atacama", que encontré en el libro que ayer me regaló mi amor.

Atacama

En arribando a Coquimbo
se acaba el Padre-desierto,
queda atrás como el dolor
que nos mordió mucho tiempo,
queda con nuestros hermanos
que en prueba lo recibieron
y que después ya lo amaron
como ama sin ver el ciego.

El sol ya coció su piel
y olvidaron verdes huertos
como la mujer que olvida
amor feliz por infiernos
o el penitente que tumba

No vuelvan atrás los ojos
pero guarden el recuerdo
de los que doblados tapan
sal parecida al infierno,
la hallan y la regustan
en el yantar, en el dejo,
y son como ella los hizo
de los pies a los cabellos,
y la terca sal los guarda
íntegros hasta de muertos.
¡Qué dura tiene la índole
sal sin ola y devaneo,
pero que noble los guardas
enteros después de muertos!

Vamos dejando el cascajo
y las arenas de fuego,
y vamos dando la cara
a olores que trae el viento
como que, apuntando el agua,
vuelva nuestro ángel devuelto.